Eternalismo

El eternalismo es una corriente filosófica que trata de describir la naturaleza ontológica del espacio-tiempo (es decir, lo que "es" el espacio-tiempo). Se basa en la noción del tiempo como una dimensión más del universo físico, junto al espacio, de tal manera que el futuro puede decirse que ya está ahí (no necesariamente el eternalismo implica negar una corriente objetiva del tiempo). A veces se conoce esta teoría como “bloque de tiempo” o “universo de bloque”, así conocido por su descripción del universo como un todo parmenídeo inalterable (2020, G. E. Romero) dotado de cuatro dimensiones, en oposición a la idea comúnmente aceptada de universo tridimensional modulado por el paso del tiempo. Su contrario es el presentismo, aunque pueden existir posturas teóricas intermedias. Según el presentismo, solo el tiempo presente es real. El eternalismo considera que pasado y futuro son reales a la vez, y al establecer un continuo real, se relativiza el estatus real exclusivo del presente; el eternalista suele exponer el presente como una simple ficción o ilusión, convención o un estado psicológico de los seres cognitivos.

Dado que el eternalismo considera reales, pasado y futuro como un mismo proceso, se compromete lógicamente con el sustantivismo: tesis según la cual el espacio-tiempo no solo es una propiedad de relación entre cosas, también es una substancia real. Si no se admitiera esto, no podría sostenerse que pasado y futuro existen de por sí. Sin embargo, la inversa (ser sustantivista del espacio-tiempo, pero no eternalista) no implica ésta unión entre ambas posturas ontológicas.

Si se define ‘Mundo’ como la composición de todos los eventos y procesos, y al espacio-tiempo se lo define como un sistema de eventos; se puede llegar a deducir que, en un cosmos 4-dimensional, el espacio-tiempo es una dimensión más que no cambia respecto a nada, por lo que permanece estático. Según algunos autores (2012, G. E. Romero) esto podría demostrar que los antiguos eleáticos de la Antigua Grecia (véase Parménides y Zenón de Elea) tenían cierta razón en su concepción del mundo como inmutable, cuyos cambios solo son ficciones locales (aunque esto tampoco implica que no pueda concebirse un equivalente a los cambios para el cosmos de eventos y procesos).


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