La tasa interna de retorno (TIR) es la media geométrica de los rendimientos futuros esperados de una inversión, y que tiene como supuesto subyacente que los flujos futuros se reinvierten a dicha tasa, vale decir, que no hay retiros durante todo el horizonte de evaluación.[1][2] En términos simples, diversos autores la definen como la tasa de descuento con la que el valor actual neto o valor presente neto (VAN o VPN) es igual a cero,[3][4] aunque en términos conceptuales, ésta representa la tasa mínima de rentabilidad exigida por un inversionista que lo hace indiferente entre destinar sus fondos a la inversión que se está evaluando y otra de riesgo equivalente.[5][6]
La TIR puede utilizarse como indicador de la rentabilidad de un proyecto: a mayor TIR, mayor rentabilidad;[7][8] así, puede ser utilizada como uno de los criterios para decidir sobre la aceptación o rechazo de una inversión.[9] Para ello, la TIR se compara con una tasa mínima o rentabilidad exigida (r), el coste de oportunidad de la inversión. Si la inversión no tiene riesgo, el coste de oportunidad o rentabilidad exigida utilizado para comparar la TIR será la tasa de rentabilidad libre de riesgo (Por ejemplo la tasa de interés de un bono a 10 años con calificación crediticia máxima). Si la tasa de rendimiento del proyecto - expresada por la TIR- supera la rentabilidad exigida (r), se puede aceptar la inversión ; en caso contrario, se rechaza. No obstante, también habría que valorar otros factores en la toma de decisiones, como la aportación a la sociedad de la inversión (en el caso de una inversión hecha por organismos públicos) o los beneficios no tangibles de proyectos de I+D+I.
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