El término globalismo se refiere a diversos patrones de significado más allá de lo meramente internacional. Es utilizado por científicos políticos, como Joseph Nye, o por sociólogos como Octavio Ianni,[1] para describir "los intentos de comprender todas las interconexiones del mundo moderno, y resaltar los patrones que las subyacen (y las explican)".[2]
Aunque principalmente asociado a los sistemas-mundo, puede ser usado para describir otras tendencias globales. El concepto de globalismo también se usa clásicamente para distinguir entre las ideologías de la globalización (los significados subjetivos) y los procesos de globalización (las prácticas objetivas).[3] En este sentido, el globalismo es a globalización lo que el nacionalismo es a la nacionalidad (siendo por tanto una ideología política o un sentido de pertenencia a un conjunto globalizado o "Estado global").[4][5][6]
El término es ahora utilizado frecuentemente como un eslogan político y término paraguas por movimientos de extrema derecha para realizar críticas a la globalización económica y cultural.[7][8] Este uso también ha sido asociado con el antisemitismo, ya que los antisemitas frecuentemente utilizan "globalista" para referirse a la conspiración del judío internacional.[8][9][10]
Como idea, la solución del globalismo conoce un advenimiento, una actualización, ya sea de aceptación o de rechazo, que acompaña la percepción ciudadana de que los Estados han dejado de ser autosuficientes en aspectos como la demografía, la ciencia y la tecnología, la conciencia y la cultura,[11] las comunicaciones,[12] las configuraciones geoeconómicas y geoestratégicas, los distintos regímenes y, los propios valores de sociedades e individuos.
Ha nacido un debate, impensable hasta hace unos pocos años, con perspectivas sobrecogedoras y fascinantes a la vez sobre la dimensión, el rol y la eficacia de los Estados, con adeptos[13] al Estado mínimo, y otros, como Mario Draghi, que preconizan la preeminencia de sectores públicos potentes, aunque deficitarios en sus sistemas de bienestar social, crisis y derrumbes de los mismos.
Las redes sociales han derribado barreras geográficas y permiten la conexión instantánea entre personas de todo el mundo.[14]
La economía globalizada traspasa las fronteras e interviene en áreas locales[15] que sobrepasan de una forma novedosa las estructuras nacionales tradicionales que superan a los Estados, a los municipios o a los gobiernos locales o regionales en sus tomas de decisiones.
En el ámbito de las relaciones internacionales se han roto las estructuras heredadas de la Segunda Guerra Mundial, intervienen hoy actores que no son únicamente Estados sino empresas multinacionales resultando conflictos globales (medio ambiente, hambre, superpoblación, emigración, delincuencia organizada, etc.) muy difíciles de manejar en el ámbito de los Estados.
Frente a la noción de gobernabilidad, que hace referencia de forma general a la aptitud de dirigir y que es propia del sistema político, el concepto de gobernanza –traducción castellana del término inglés governance- se asocia a la capacidad de autocoordinación, propia de redes constituidas por una variada constelación de organizaciones y entidades tanto privadas como públicas, tanto estatales como transestatales, subestatales, internacionales, etc. En este sentido, la gobernanza, esto es, la capacidad de autocoordinación de la sociedad, no depende de instituciones o reglas más o menos formales, sino que es el resultado de una permanente interacción y ajuste entre todo tipo de sujetos colectivos e individuales.SALGADO, Argimiro Rojo. La experiencia del Estado regional en Europa: un referente para el caso español. Revista de estudios políticos, 2005, no 127, p. 233-273.
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