Pecio

El Titanic es, probablemente, el más famoso de todos los pecios.

Se denomina pecio (del latín posclásico pecia o petia, o en bajo latín pecium[1]​ o petium, ‘fragmento o pieza rota’) a los restos de un artefacto o nave fabricado por el ser humano, hundido total o parcialmente en una masa de agua (océano, mar, río, lago, embalse, etc.). Un pecio puede ser producto de un accidente marítimo, naufragio o catástrofe natural, pero también puede ser ocasionado por abandono, hundimiento intencional (por ejemplo, crear un arrecife artificial), descuidos o negligencias.

Los pecios más frecuentes son navíos naufragados, pero también existen numerosos pecios de aeronaves o vehículos terrestres. Cuando la tripulación de un barco ha muerto o lo ha abandonado, y el barco ha quedado a la deriva pero sin hundirse, se habla de barcos fantasma.

Los conflictos armados son el origen de gran número y concentración de pecios en las zonas de combate como es el caso del atolón de Truk; en ocasiones se trata de artefactos absolutamente inesperados como es el caso de los carros de combate y otros vehículos militares arrojados por el ejército egipcio a las aguas del mar Rojo para evitar que el material bélico cayera en poder del ejército israelí, y que en la actualidad pueden contemplarse a profundidades de pocos metros en el litoral de la península del Sinaí.

  1. Real Academia Española. «Pecio». Diccionario de la lengua española (23.ª edición). 

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