Constantino I | ||
---|---|---|
Emperador romano | ||
| ||
Reinado | ||
25 de julio de 306 – 29 de octubre de 312 (Occidente)[nota 1] 29 de octubre de 312 – 19 de septiembre de 324 (Augusto de Occidente sin disputa)[nota 2] 19 de septiembre de 324 – 22 de mayo de 337 (emperador del imperio unificado) | ||
Predecesor | Constancio I | |
Sucesor | Constantino II, Constancio II y Constante | |
Información personal | ||
Nombre completo | Flavius Valerius Constantinus[1] | |
Nacimiento |
27 de febrero de c. 272,[1] 280[2] o 282[3] (o «algún año entre el 270 o el 288»)[4] Naissus (moderna Niš), Moesia Superior (hoy Serbia) | |
Fallecimiento |
22 de mayo de 337[1] Nicomedia (moderna Izmit), Bitinia y Ponto (hoy Turquía) | |
Sepultura | Iglesia de los Santos Apóstoles | |
Familia | ||
Dinastía | Constantiniana | |
Padre | Constancio I | |
Madre | Helena | |
Consorte |
Minervina[nota 3] Fausta | |
Hijos | Constantina, Helena, Crispo, Constantino II, Constancio II y Constante | |
Flavio Valerio Constantino (en latín: Flavius Valerius Constantinus; Naissus, 27 de febrero de c. 272 o 280 o 288-Nicomedia, Bitinia y Ponto, 22 de mayo de 337)[5][6][7][3] fue emperador romano desde su proclamación por sus tropas el 25 de julio del año 306, y gobernó un Imperio romano en constante crecimiento hasta su muerte. Se le conoce también como Constantino I, Constantino el Grande o, en la Iglesia ortodoxa, las Iglesias ortodoxas orientales y la Iglesia católica bizantina griega, como san Constantino.
Fue el primer emperador en dar libertad de culto al cristianismo, junto con todas las demás religiones en el Imperio romano, haciendo cumplir el Edicto de tolerancia de Serdica de 311 del emperador Galerio que puso fin a la persecución a los cristianos en el Imperio romano (y que completó con el Edicto de Milán de 313). Constantino es conocido también por haber refundado la ciudad de Bizancio (actual Estambul, en Turquía), llamándola «Nueva Roma» o Constantinopla (Constantini-polis; la ciudad de Constantino). Promovió la convocatoria del Primer Concilio de Nicea en 325, que produjo la declaración de la creencia cristiana conocida como el Credo de Nicea. Se considera que esto fue esencial para la expansión de esta religión, y los historiadores, desde Lactancio y Eusebio de Cesarea hasta nuestros días, lo presentan como el primer emperador cristiano[8] —no se bautizó hasta el final de su vida porque eso le habría impuesto ciertas restricciones a las funciones militares y judiciales propias de un emperador, como las condenas a muerte—.[9]
Según Paul Veyne, «la importancia de Constantino en el decurso de la historia humana se revela gigantesca»[10] en cuanto que «instaló la Iglesia en el Imperio» y «con ello facilitó que el cristianismo pudiera convertirse un día en una de las grandes religiones del mundo». Con Constantino «el trono romano se hizo cristiano y la Iglesia se convirtió en una potencia. Sin Constantino, el cristianismo habría seguido siendo una secta de vanguardia». Con Constantino nació lo que conocemos como la Cristiandad.[11] David Potter sostiene la misma tesis: «El emperador romano Constantino cambió el mundo».[12]
José Manuel Roldán coincide con Veyne y con Potter: la conversión de Constantino al cristianismo fue «el acontecimiento capital que iba a cambiar la faz del mundo antiguo».[13] Y añade que Constantino «dio una nueva dimensión al Imperio, le proporcionó las estructuras que permitieron su existencia todavía durante siglo y medio en Occidente y aseguró su pervivencia en Oriente hasta el siglo XV».[14]
Por su parte, Averil Cameron considera que el siglo IV fue «el siglo de Constantino, el primer emperador en abrazar y apoyar el cristianismo, fundador de Constantinopla, la ciudad que iba a convertirse en la capital del Imperio bizantino y que seguiría siéndolo hasta su toma por parte de los turcos otomanos en 1453».[15] Su apoyo al cristianismo «cambió de forma fundamental la suerte de la Iglesia cristiana y bien puede ser responsable de su historia posterior como religión universal».[16] «Que un emperador romano proclamara públicamente su creencia en el Dios cristiano marca uno de los grandes puntos de inflexión de la historia europea. Este es el legado más duradero de Constantino», ha afirmado Christopher Kelly.[17]
Manfred Clauss advierte que «pocas personalidades de la Antigüedad han sido objeto de tanta controversia y discusión por parte de los investigadores modernos como Constantino (el Grande). Los juicios sobre este emperador van desde el indiferente religioso, “el calculador político que utiliza reflexivamente todas las fuerzas físicas y espirituales de que dispone con el único objeto de afirmar su poder” (J. Burckhardt),[18] hasta el emperador “cuyo camino ha sido marcado por una singular revelación, una iluminación celestial...” llegando así a la conclusión de que entra en el Cristianismo “con la pasión del guerrero que se siente un siervo de Dios” (J.Vogt)».[19]
La Iglesia ortodoxa venera a Constantino I como santo y le dio el título de Equiapóstolico (ισαπόστολος Κωνσταντίνος, isapóstolos Konstantínos, ‘igual a los apóstoles’) por sus servicios a la iglesia. Su fiesta se celebra el 21 de mayo.[20]
Error en la cita: Existen etiquetas <ref>
para un grupo llamado «nota», pero no se encontró la etiqueta <references group="nota"/>
correspondiente.
© MMXXIII Rich X Search. We shall prevail. All rights reserved. Rich X Search