Historia del mundo actual

'Historia del presente' o historia del 'tiempo presente' son distintos nombres para una disciplina historiográfica de reciente creación y de utilización no historiográfico surge por la necesidad de recuperar el sentido del término "contemporáneo" como tiempo coetáneo al de la experiencia vivida. La delimitación de la historia del presente o del mundo actual depende no solo de las vivencias de las diversas generaciones que coexisten en un momento dado sino de la conciencia histórica y del uso público del pasado por la política, los grupos sociales y los medios de comunicación. Los estudios sobre memoria histórica, de gran difusión en la actualidad, están estrechamente vinculados.

Con el uso de términos explícitamente ligados al presente y lo inmediato se insiste en su preferente aplicación para referirse a la más reciente actualidad, con lo que su objeto está en permanente construcción. La diferencia con el periodismo, que se ocupa también de la narración de la actualidad consiste en la aplicación de la metodología propia de la ciencia histórica. El problema de la objetividad es el que más fácilmente puede afectar al historiador de la historia inmediata o del tiempo presente;[1]​ aunque tampoco ocurre que para épocas más pretéritas se consiga totalmente, a pesar de que para ellas debiera operar la perspectiva y la lejanía de intereses que da el paso del tiempo. Eric Hobsbawm argumenta que el historiador mantiene una relación muy personal incluso con el periodo no vivido directamente por él, pero que ha vivido de forma intermediada, influido por su familia u otros testimonios (lo que denomina zona de sombra).[2]​ Para periodos más lejanos en el tiempo, la identificación con una religión, una nación, una civilización o cualquier otro rasgo (que, aunque carezca de validez para el presente, puede ser incluso adoptado por el historiador) operaría en el mismo sentido.

  1. Julán Casanova Secretos de Estado, El País, 03/12/2010:
    Los historiadores necesitamos años, décadas, para averiguar los hechos más relevantes del pasado, reconstruir el curso de los acontecimientos, sacar a la luz las intenciones de sus protagonistas. Una mirada rigurosa a la historia exige para nosotros, necesariamente, la aplicación de métodos críticos para evaluar las fuentes, la adopción de técnicas reconocidas para presentar y editar el material y un notable ingenio para detectar los errores en la transmisión de la información y determinar la fiabilidad de los testimonios individuales. Y, de repente, en apenas unos días, la filtración de una masa ingente de material diplomático, obtenida por Wikileaks y divulgada por algunos de los más prestigiosos medios de comunicación internacionales, proporciona una minuciosa crónica de la relación de Estados Unidos de América, el país más poderoso de la Tierra, con el resto del planeta. Un cuarto de millón de mensajes de más de 250 embajadas, algunos enviados este mismo año. Estamos, sin duda, ante una ruptura de las leyes generales y de los principios morales que habían regido hasta ahora el conocimiento de las relaciones internacionales y del balance de poder entre los grandes Estados. La historia se acelera y ya no podemos aspirar a comprender las cosas pasado el tiempo, con el obligado reposo de las fuentes en los archivos, con el uso de métodos críticos para interpretar los textos y la información. Tiene que ser ahora, hoy mejor que mañana, aunque eso pueda conducir a una versión mutilada y deformada de los hechos.
  2. La Era del Imperio, Barcelona: Labor.

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