El nacionalismo es una ideología y movimiento sociopolítico que surgió junto con el concepto moderno de nación, propio de la Edad Contemporánea, en las circunstancias históricas de la llamada Era de las Revoluciones (Revolución industrial, Revolución burguesa, Revolución liberal) y los movimientos de independencia de las colonias europeas en América, desde finales del siglo XVIII.[1][2] También puede designar al sentimiento nacionalista y a la época del nacionalismo.[3]
Según Ernest Gellner, «el nacionalismo es un principio político que sostiene que debe haber congruencia entre la unidad nacional y la política» o dicho con otras palabras «el nacionalismo es una teoría de legitimidad política que prescribe que los límites étnicos no deben contraponerse a los políticos».[4] Por su parte Liah Greenfeld define el término «nacionalismo» en un sentido general como el «conjunto de ideas y de sentimientos que conforman el marco conceptual de la identidad nacional», esta última considerada como la «identidad fundamental» en el mundo moderno frente a otras identidades en cuanto que «se considera definidora de la esencia misma del individuo».[5] Para Ricardo Rojas el nacionalismo es la «conciencia... del yo colectivo» de una nación».[6]
En la obra colectiva de Historia, Geografía y Ciencias Sociales del Ministerio de Educación de Chile, se define el nacionalismo como una "ideología que consiste en la afirmación de una identidad cultural ligada generalmente a un territorio, una lengua y una tradición histórica real o inventada, la cual, en la mayor parte de los casos termina por exacerbar la superioridad de un pueblo o nación por sobre otros."[7]
En el análisis del nacionalismo se han configurado dos paradigmas contrapuestos y excluyentes, cada uno de los cuales implica una determinada concepción de la naturaleza y el origen de la nación y una definición de la misma: el modernista o constructivista, que define la nación como una comunidad humana que detenta la soberanía sobre un determinado territorio por lo que antes de la aparición de los nacionalismos en la Edad Contemporánea no habrían existido las naciones —la nación sería una «invención» de los nacionalismos—; y el perennialista o primordialista que define la nación sin tener en cuenta la cuestión de la soberanía y que defiende, por tanto, que las naciones existieron antes que los nacionalismos, hundiendo sus raíces en tiempos remotos —así sería la nación la que crea el nacionalismo y no a la inversa—.[8][9][10]
Autores como Rosa de Diego o Rafael Cuevas Molina distinguen dentro del nacionalismo dos grandes corrientes ideológicas: la primera de ellas buscaría fortalecer la autodeterminación nacional ante potencias coloniales, imperialistas o neocoloniales,[11][12][13][14] corriente que ha sido caracterizada como «nacionalismo liberador»,[15] o «nacionalismo antimperialista»[16] mientras la segunda buscaría impulsar la supremacía de una nación sobre otras, denominada por Memmi como «nacionalismo del colonialista»,[17] y caracterizada por Rosa de Diego como «nacionalismo excluyente y dominador».[15]Otros pensadores entienden que no hay ninguna diferencia ni contradicción entre estas dos vertientes, sino que son distintas manifestaciones del mismo impulso que se encuentra en la base de todo nacionalismo: el que lleva reafirmar los valores y contenidos culturales propios e imponerlos sobre los demás. Este impulso se presentará, según los casos, como "independentista" o "imperialista" según circunstancias externas como las que resulten del equilibrio de fuerza geopolítico, pero no porque responda a distintas premisas ideológicas. Así, en palabras de Fernando Savater: "el mito de la Nación es agresivo en su esencia misma y no tiene otro sentido verdadero que la movilización bélica. Si no hubiera enemigos, no habría patrias; queda por ver si habría enemigos en el caso de no haber patrias… La nación se afirma y se instituye frente a las otras: su identidad propia brota de la rebelión contra o de la conquista del vecino. Buena prueba de ello es el mecanismo paranoico de autoafirmación patriótica, que lleva a inventar una Antipatria como límite y definición de cada patria. La primera y fundamental antipatria es el extranjero, el bárbaro hostil; por extensión, cualquiera que en el interior de la comunidad disiente de la identidad establecida y objeta con su conducta o sus ideas contra el retrato-robot del perfecto individuo nacional".[18]
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