Los retratos de Isabel I de Inglaterra ilustran la evolución de los retratos reales ingleses en los inicios de la Edad Moderna, desde simples representaciones conservadoras hasta complejas imágenes utilizadas para transmitir el poder y las aspiraciones del Estado, así como de la monarca.
Los primeros retratos de Isabel contienen objetos simbólicos como rosas y libros de oraciones que buscaban dar significaciones a los espectadores de la época, mientras que los retratos de la última parte de su reinado comenzaron a contar una historia mucho más compleja, incluyendo una iconografía de globos terráqueos, coronas, espadas y columnas (representando una visión imperialista y poder temporal); y lunas y perlas (representando su virginidad y pureza); junto con alusiones clásicas que fueran identificables en la época isabelina para manifestar la majestad y significancia de su soberana.
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