El término latino urbs (-is, femenino, del que deriva la palabra "urbe") designa propiamente a la ciudad latina por antonomasia, es decir, el espacio físico construido o conjunto de edificios, calles e infraestructuras,[1] que «se extiende y se renueva sin cesar,»[2] es decir, «la estructura material de la ciudad.»;[3] la civitas entendida como «una unidad territorial, jurídica, económica y religiosa, dotada de cierta autonomía, aunque controlada por el poder central y en la que cobra un papel fundamental para la población el hecho de ser ciudadano»,[4] es decir, «el espacio de los ciudadanos que construyen social y culturalmente la ciudad»,[1] la «realidad social constituida por los ciudadanos que viven en la ciudad»[2] con su propio límite sagrado, el pomerium, y por tanto, consagrada a los dioses.
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