Rampjaar

Alegoría del año del desastre de Jan van Wijckersloot (1673): en esta pintura alegórica, un joven orangista muestra a un regente, vestido con un gorro de dormir, un dibujo alegórico. En esta ilustración, el león holandés se representa dentro de un jardín holandés o patio holandés, un símbolo tradicional de la seguridad y la integridad de la provincia de Holanda que adorna muchos de sus edificios públicos. El león se presenta débil e indefenso, sus siete flechas (representantes de las provincias) dispersas y la espada rota, mientras que la valla que rodea el patio ya ha sido derribada. En la parte superior del dibujo, un gallo galo, posado sobre tres flores de lis y cuatro flechas vencidas, canta triunfalmente. La lección es que los regentes deberían haber escuchado las preocupaciones de los orangistas sobre la amenaza que representaba Luis XIV de Francia.

En la historia de los Países Bajos, el año 1672 es conocido como Rampjaar (Año del Desastre). En mayo de 1672, tras el estallido de la Guerra franco-neerlandesa y su conflicto periférico, la Tercera guerra anglo-neerlandesa, Francia, con el apoyo de Münster y Colonia, invadió casi completamente a las Provincias Unidas de los Países Bajos . De manera simultánea, enfrentó la amenaza de un bloqueo naval por parte de los ingleses en apoyo al esfuerzo bélico francés, si bien tal intento fue abandonado después de la Batalla de Solebay. Un dicho neerlandés acuñado ese año describe a los neerlandeses como redeloos («irracionales»), a su gobierno como radeloos («angustiado»), y al país como reddeloos («insalvable»).[1]​ Las ciudades de las provincias costeras de Holanda, Zelanda y Frisia sufrieron una transición política: los orangistas se apoderaron de los gobiernos de las ciudades, en oposición al régimen republicano del Gran Pensionario Johan de Witt, poniendo fin al Primer Período sin Estatúder.

No obstante, para finales de julio, la posición neerlandesa se había estabilizado, gracias al apoyo del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Leopoldo I, así como el de Brandeburgo-Prusia y España, que se formalizó con el Tratado de La Haya de agosto de 1673, uniéndose Dinamarca en enero de 1674. Tras nuevas derrotas en altamar a manos de la marina neerlandesa, los ingleses, cuyo parlamento desconfiaba de los motivos del rey Carlos II al aliarse con Francia, y con Carlos mismo incómodo con el dominio francés sobre los Países Bajos españoles, concertaron un acuerdo de paz con la República neerlandesa en el Tratado de Westminster de 1674. Habiendo Inglaterra, Colonia y Münster hecho las paces con los neerlandeses y con la guerra extendiéndose a Renania y España, tropas francesas se retiraron de la República neerlandesa, manteniendo solo Grave y Maastricht.[2]​ Para compensar tales reveses, las tropas suecas en la Pomerania sueca atacaron Brandeburgo-Prusia en diciembre de 1674 tras una amenaza del rey Luis de retener sus subsidios; esto desencadenó la participación sueca en la guerra de Escania de 1675 a 1679 y la guerra de Suecia y Brandeburgo, en la que el ejército sueco logró detener a los ejércitos de Brandeburgo y algunos principados alemanes menores, además del ejército danés en el norte.[3]

Entre 1674 y 1678, los ejércitos franceses lograron avanzar de manera constante en el sur de los Países Bajos españoles y a lo largo del Rin, derrotando con regularidad a las fuerzas mal coordinadas de la Gran Alianza. Finalmente, las pesadas cargas financieras de la guerra, junto con la perspectiva inminente del reingreso de Inglaterra en el conflicto del lado de los holandeses y sus aliados, convencieron a Luis XIV de Francia de hacer las paces a pesar de su ventajosa posición militar. La Paz de Nijmegen resultante entre Francia y la Gran Alianza dejó intacta a la República Holandesa y Francia se engrandeció generosamente en los Países Bajos españoles.

  1. Redeloos, radeloos, reddeloos… (en neerlandés), Stichting Platform Rampjaarherdenking
  2. Boxer, CR (1969). «Some Second Thoughts on the Third Anglo-Dutch War, 1672–1674». Transactions of the Royal Historical Society 19: 74-75. doi:10.2307/3678740. 
  3. Frost p. 210

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